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viernes, 18 de diciembre de 2009

Capítulo 2 Luis


Miguel, metro noventa, bien despacito que se acerca, a primera vista adquiere algo de respeto, probablemente por su aspecto rudo y desgarbado. "¡¡Quien podría hablarle mal a un gigante!!", observa desde dentro y avanza hasta encontrarle. Muchos años hace que fueron amigos, hoy son conocidos que se aprecian. Quedan de vez en cuando, sin fecha fija; la última vez que hablaron Luis acababa de terminar la carrera y deámbulaba por el mundo, igual que tantos adolescentes recién madurados, buscando un sitio y una profesión a la que dedicarse. Pero Luis se había encontrado. Ahora, 25 años en ristre le valían como experiencia. Era feliz porque tenía un trabajo que le gustaba. Era infeliz porque todavía no había encontrado a nadie. Era feliz porque disfrutaba de sus amigos. Era infeliz porque siempre quiso hacer algo.

--¡Hey!-- que suelta el más delgado.

--¿Qué tal?-- Miguel que contesta.

Se saludan como siempre, como tienen acordado. Una noche de fiesta, rondando por el oscuro mundo de las juergas universitarias, se emborracharon más de la cuenta. Y acabaron dicutiendo sobre los gestos sociales, sobre todo aquello que aparenta ser, pero no significa nada. Mientras los otros, que a veces eran unos, otras mayoría, bebían y se hartaban de relacionarse, ellos convenían no volver a saludarse con chorradas de abrazos, besos o manos.

--Bien. ¿Qué tal tu viaje?

--Pues como siempre. ¿Desayunamos?

Parco en palabras Miguel invita a Luis a un chocolate con churros, una mañana desierta de domingo y lluvia. A los dos la ciudad gris, como siempre la habían recordado, les hacía sentir tristeza y soledad, pero también sabiduría y fiesta, oportunidades de conocer otras maneras de vivir y volver a ver a viejas amistades. Madrid, esa ciudad insufrible pero insustituible, en la que tienes que vivir para darte cuenta y de la que tienes que alejarte para no caer en el olvido, les hacía frente con el Museo de Ciencias Naturales por delante.

--Ventajas de frecuentar la gran manzana-- dice con gracia Luis mientras Miguel se rinde y se acepta por perdido.

--Te mueves como pez en el agua, macho.

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