Instrucciones para manejarse por el blog

El pensador chiflado está decidido a cambiar el mundo. Tú puedes ayudarle a hacerlo. Conviértete
en el guionista de los Viajes de Gilibert al interactuar
en la página, pasa un buen rato viendo sus fichas de inventos o colabora con tus propias ideas.
Y no dejes de opinar al contestar a nuestra encuesta o aportando comentarios



viernes, 24 de diciembre de 2010

Los viajes de Gilibert. Capítulo 6. Las prostitutas de la mente

--No son más que compañía; unos son cuerpos y sexo sucio. Aunque probablemente el sucio secreto del sexo sea que no tiene nada de sucio.

Joaquín que se nos pierde con el don de la palabra, desde que hace más o menos diez años comenzase a jugar a continuar una frase el mayor tiempo posible, se ha acostumbrado y habla, generalmente con sentido, algunas veces tropelías, soltando todo lo que piensa.

--Y otros sólo son conversación y pensamiento.
--¡Exacto! Pero lo venden caro y lascivamente.

Vuelve a tener esa sensación de haberlo pensado antes; enfermo de deja vus últimamente, como le gusta a su hipocondría, tiende a fantasear con las posibilidades de la nanotecnología que antes o después da por seguro se nos implantará para poder tener una memoria eterna y clasificada y poder dejar de perder el tiempo al pasar dos veces por la misma piedra.

--Ya, pues si las psicólogas no dejamos de ser putas, dime tú qué es tu madre.
--Sí, bueno, pero la educación es diferente; pasa por ser más necesaria... Aunque, la verdad, no dejan de verder también su mente.

Marina brilla rejuvenecida después de su ausencia, aunque para él en realidad nunca jamás ha vuelto... o quizás nunca se ha ido. El caso es que Joaquín no recuerda una vida en la que ella no estuviera; más bien parece ser una constante en su existencia, como si toda la fórmula matemática que maneja su destino se rigiera por ella.

--Todos somos lo mismo, Joaquín, todos nos prostituimos de alguna forma, sólo que conmigo es por dinero. Nos relacionamos con la gente buscando sólo un intercambio, de cualquier cosa, sentimientos, entretenimiento, compañía... No eres más puta por cobrar, y tú lo sabes.
--Cierto.

Se hace la calma, como casi siempre que dialogan, entrecortando la conversación por un instante para volver a mirar una estación de metro vacía y desgastada, sucia. La luz simula un día que ya ha pasado, como una manada de elefantes en estampida, dejando al descubierto tres dimensiones pobres, tanto de color como de más entretenimiento que los carteles publicitarios y la monotonía.

--Pues déjate de tonterías y ve al grano, que se nos acaba la noche y llevas tiempo queriendo decirme algo.
--Vale, pero entiende que primero tenga que tantearte, que vete tú a saber por donde andas.

De poco o nada sirven las estratagemas con las que se esconden el uno del otro, porque al final acaban por reconocerse. Perfectamente podrían comunicarse con la mente, si es que no lo hacen, de tanta sintonía, de tanta sincronicidad de pensamiento.

--Ya sabes que me cuesta empezar. A mí también se me amontonan las ideas.
--Pues yo he aprendido a controlarlo; sólo tienes que empezar por una y ya está, las demás saldrán solas. Así que deja de pensar y habla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario