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martes, 31 de enero de 2012

Genialidades

El aprendizaje por el aprendizaje es bueno, positivo en el ejercicio de la razón, entrenamiento de mecanismos neuronales lógicos, puesto que existe una lógica universal entre las leyes de la naturaleza. La memoria y la conexión de conceptos juegan un papel fundamental también en la confección del puzzle del conocimiento, sincronizando en el azar materia prima y arquitectura del pensamiento. Una actividad musculosa mente enajenada en la redundez del gerundio (para profanos de esta prosa, caminos neuronales más visitados que conservan alguna suerte de actividad resiliente bien observable en lo soñado, confeccionado a base de los ingredientes del pensamiento y el subconsciente) bien combinada con la agilidad estructural (en adelante aprendizaje/intuición procedimental) y los ladrillos de la memoria, darán a construir esa cierta lógica universal mental.

Sin embargo, los genios son los que disfrutan de esa sintonía que la fortuna les ha dado; su genética y su contexto, que de a dos destrozan los límites de la serendipia más absurda (maravillosa la ingravidez de la energía de la improbabilidad, por cierto, que dichoso aquél que preso de entropía y desequilibrio ose cabalgarla), han dado en el clavo de la sinergia anteriormente descrita. Un genio es por tanto INNATO, fruto de la genética y la casualidad de la historia (esa especie de energía, que no tiene por qué serlo, pero tampoco tiene un "porqueno", los casualitrones que viajan entre universos cual gravitrón provocando por donde pasan suerte y descontento), y a la vez, ADQUIRIDO, fruto de su conciencia, con independenciade de quién sea fruto ésta, de su esfuerzo y su constancia, de su tenaz comportamiento. 

Debatir una vez más cuál fue primero no pasaría por ser la última, así que me reservo el derecho a lo complejo, a no querer bucles eternos para creer que simplemente es eso: un constante ir y venir de suertes y desgracias. Otroramente será cuestión cuantificar si en un infinito número de casos la casualidad tiende a equilibrio, ya se sabe lo que dice la ciencia al respecto, las gallináceas que entran por las que salen, o la distribución de ésta, increíble geometría de fractales que bien podría desarrollarse si estudiásemos cómo la improbabilidad varía de situación geográfica durante un campeonato de mus de los de mi pueblo, o lo cruel que puede llegar a ser la inmensa magnitud del universo nuestro (o de los otros) y no ser más que el resultado de un equilibrio universal, tan insignificantes como muestra que el error no nos permite encontrar patrón. 

Pero para qué perderse en esos lares, marinero?. Digamos que la suerte puede venirse también por barrios, dejemos esas estupideces a parte y centrémonos en lo que sí es tangible. Podríamos entonces dejar de tangenciear, que el pensamiento arborescente adolece de guía que lo encauce y concluir que en esa conjunción de factores se construye un equilibrio diferente, el de la lucidez bien aplicada en la que el sujeto ha
dado con  la tecla como si el destino o un dios o una energía o un espíritu divino o un metafísico rayado así lo hubiesen querido, y no sólo está, sino que está siendo. La grandiosidad en tanto acaba en ando incrusta al sujeto dentro de la misma historia, negándole cualquier tiempo verbal más que el de ahora, puesto que no existe participio en lo que todavía hoy forma parte del conocimiento, es porque se ha trasformado en una fuente de ser que sigue siendo, que mana continua mente. 

Yo sin embargo y por ejemplo nado en otras aguas, otra coctelera se me agita entre costado. Dicho esto me siento guardado de los orgullos, que no guardando el propio mío, sino salvando más bien la distancia que mi estar me ha dado. Yo soy yo y mi puñetera circunstancia. En cualquier caso nunca podemos olvidar que en esto también hay grados, y aunque reniego una vez más de todo absolutismo en la dialéctica del caos de la multiplicidad de factores que nos entrañan, he de reconocerme sabio, por lo menos en algún que otro aspecto. 

Perdonen a mi superyo ruego, que es que de vez en cuando se me pone de un sobervio... Suerte que la virtud se encuentre cerca del termino medio y me crea también capaz de aprovechar esa ciclotimia inherente al ser humano, pues no somos más que biologías equilibradas para satisfacer nuestra más profunda obsesión de estares vivos, gen egoísta aparte, y en esa conservación del ser damos cobijo a nuestras más puras esencias, que de buen grado nos confundirían en los entornos de la enfermedad mental si no fuera por la tremenda guerra fría que se lleva a cabo en nuestro inconsciente. Si somos poco locos y sabedores de ciertas bases no nos perjudica el utilizarlo.

Por supuesto no hay que olvidar el placer que se encuentra inmerso en todo esto, ya que es condición de genialidad el divertimento, quizás a modo de lubricante, quizás el verdadero abismo que nos separa del tercer estado de conciencia, el del sapiens adulto, pues no ha sido la realidad más que un mixto de ilusiones en el paso del tiempo, cerebros desbocados los de la niñez, tremenda la adolescencia, y no tiene por qué no ser la misma ahora, sólo que no lo sepamos, igual que no lo sabíamos entonces. 

Y porque la emancipación forma parte de la constante del hombre, no conviene descartar ciertas tendencias que se mimetizan tras nuestras costumbres y cotidios, enculturas alienantes que confunden nuestros sentidos camuflando nuestra historia con matices y guirnaldas. Pudiera ser que un día todo aquel llegue a ser genio, pero me es poco probable. Sin embargo no se me antoja extraño que ese posible sucediera, bien porque la casualidad tiene esas vueltas, bien porque la razón nos facilite tales conocimientos.

El aprendizaje en sí se ha destronado por la suerte, se ha dejado a la corriente de casualitrones, a la deriva metafísica, porque lo uno lleva a lo otro y éste a ninguno, un eterno viaje circular salvo que el rayo universal o un dedo divino nos sea dado, y surja la chispa, como lo fue con la vida. El aprendizaje por sí es diferente, porque atiende a la circunstancia del individuo, ya sea en forma de adquisición de competencias como de la atención psicológica pertinente. Mozart podría no haber sido si nunca hubiera topado de bruces y de frente con la melodía. Sólo un indeterminado en la historia sería cualquiera que no viajara en el caballo de la suerte. 

Dicen los parásitos que lo sumamente imposible se convierte en probable si se intenta el número suficiente de veces, y sin mediar palabra nos enseñan a combatir las probabilidades. A la sazón de miles de millones de habitantes a lo largo de la historia resulta normal que lo improbable suceda. Pero nos somos parásitos en otro aspecto, somos succionadores de la razón y del conocimiento, yonkis de la universal lógica que nos subyace. No sólo es cuestión de tamaño ni de fuerza, ni de número ni de moral, más bien es maña. Y de ésta habrá de surgir la nueva mañana, la de los asombrados, por lo de que les falta la sombra que enmaraña esta sorpresa, la del tercer estado de conciencia cuando nos hayamos independizado a modo de individudo en el contexto correcto. Que puede y debiera ser planificado.

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