Hola, que te escribo. Llevo
tiempo sin hablar contigo, casi como si viviese en un eterno castigo de voto de
silencio. Llego de viaje y experimentando, stendhalizado y sin tolerancia
alguna al vicio, me acabo de tomar unas cervezas y andaba rayado pensando.
Necesito una conversación silenciosa entre tanto ruido. Te digo:
Me he encontrado con el síndrome
de Stendhal, el del emborrachamiento por amor al arte, sinestesias y otras
neuronas espejo varias. Creo que todos lo sufrimos constantemente con el
cambio, el movimiento que nos recorre la bestialidad social que somos; coches,
prisas, trabajo, familia, un pueblo, otra casa, carretera y manta, etécéteras
que se me pierden. Y de algún modo parece que somos yonkis, como si el arte, la
lógica, la diversidad de atenciones y el perdón no fuesen sino una droga dura
que se pareciese al soma de Adouls Huxley. O zombis de unas neuronas espejiales
que nos hacen buscar sin descanso un imitando, un gerundio con que serlo.
Perdóname, pero vengo también de
reconocer a Focault, y en el discurso escrito ya sabes que me encuentro, a
oscuras y en el agua, tranquilo y difuso como un fluido en medio de una
ecuación de Bernoulli. Y a serte sincero, espero: digo re porque estoy de un
subido que ya no sé donde acaba el empirismo y la convergencia adaptativa de
ideas se muere (que no las ansias de inmortal por escribir algún día la
intrascendencia para plagiar a un tal Kundera), y donde empieza a empezar ese
límite incipiente que los dos sabemos que llevamos dentro. Pero soy escritor
porque te escribo, porque tengo ansias de comunicarme, porque en los grafemas
no hay misterio para esta mía que me revienta. Así que corta cuando quieras con
esto, que yo nunca te lo tendré en cuenta.
Entonces sigo con mi hilo, que
se me desmiembra el pensamiento de tanto querer, te, digo… Parafraseante y
despiadado me he cogido un texto (Síndrome de Stendhal: origen, naturaleza y
presentación en un grupo de neurólogos, Guerrero, A.L.; Barceló Rosselló, A.; Ezpeleta, D., publicado en Neurologia.2010; 25 :349-56
- vol.25 núm 06) para transformarlo al antojo loco de lo divergente que me
psicotropa la mente en este preciso instante.
La
primera aproximación “psicológica” al síndrome de Stendhal nos la ofrece el
psicoanálisis, desde donde se propone el término “fruición lógica”, o complejo
de respuestas psíquicas que el pensamiento lógico genera en un observador, sin
otro tipo de intereses que los puramente heurísticos. Magherini propondría (que
es que me pierde el condicional del rumor) una ecuación-modelo de fruición
lógica que incluiría tres variables y una constante. (Magherini G. I’ve
fallen in love with a statue” Beyond the Stendhal syndrome. Firenze: Nicomp;
2007.)
-La
primera variable sería “la experiencia lógica primaria”, que dimanaría, de
acuerdo con las bases del psicoanálisis, de una primigenia experiencia lógica
madre-hijo y que se homologaría, al menos en parte, con la estructura de la
personalidad, construida con todas las relaciones interpersonales establecidas
desde el inicio de la vida misma.
-La
segunda variable sería “lo extraño”; correspondiente al elemento reprimido
freudiano que vuelve en determinadas circunstancias. Así, la observación de un
pensamiento (tanto como su convergencia) puede hacer regresar, en determinadas
circunstancias, experiencias remotas, que pueden ser recordadas aún sin ser codificadas.
-La
tercera variable es el “hecho seleccionado”; según esto, existe un momento en
la percepción del objeto de pensamiento que puede modular en gran medida la
reacción que genera en el observador.
-Finalmente,
la constante de esta ecuación es el “valor lógico”; esto es, el objeto de pensamiento
con sus características propias, sus contenidos o simbolismos.
La
importancia relativa de estos factores en la ecuación puede cambiar en cada
individuo o en un mismo individuo en diferentes momentos vitales.
Y como me suda Sheldrake por los
poros neuronales, metabolitos secundarios de elevada toxicidad mal depurados
por este encéfalo impertinente, esto es así porque todo debiera estar
relacionado. Peores músicas celestiales rondaron las cabezas de tantos, tontos
y otras cabezas que también rodaron, fuegos y meigas, juegos de tronos, poderes
fácticos y de contacto invisibilizados por nuestro sistema inmunitario mental
enfermo que nos hace huir de la verdad si pone en conflicto este equilibrio tan
cómodo y arbitrario. Bienestar a cambio de que la utopía no exista. Pues yo
digo música fractal del universo, matemática existencial en anisótropo
movimiento.
Pero
¿por qué estos trastornos ocurren en presencia de un pensamiento bien obrado o
en lugares de singular belleza lógica o racional? Ernst Kris describiría, en
1952, que ciertos temas ligados a la vida fantástica del individuo son ubicuos
en la historia de la lógica; es decir, que con frecuencia impulsos y conflictos
se traducen en el lenguaje lógico. Así, la obra de pensamiento promovería la
emergencia de sentimientos que nos llevarían a recordar nuestros conflictos
personales. La expresión lógica, en suma, nos permitiría evocar intensidades
emocionales que, de otra manera, no saldrían a relucir; el pensamiento ofrece
la ocasión, socialmente sancionada y tolerada, de expresar y vivenciar intensas
reacciones emocionales; el observador pasa de una situación activa a otra
pasiva recreando el objeto de pensamiento. Si la distancia entre sujeto y
objeto es muy pequeña, las emociones serán, seguramente, mucho más intensas.
El
descubrimiento de las neuronas en espejo ha traído una nueva aproximación al
estudio de las bases neurobiológicas de la fruición lógica. Así, en 1996 se
descubre en primates que ciertas neuronas de la corteza frontal premotora se
activan tanto cuando se ejecuta una acción como cuando se observa su ejecución
por otro individuo. Esta empatía, definida como la capacidad de ponerse en el
lugar del otro, tiene una finalidad defensiva, puesto que nos informa y prepara
ante las futuras acciones de los que están a nuestro alrededor, y también son,
por ello, base para el comportamiento social.
Explorando
las facilidades que nos proporciona la empatía, parece claro que puede
experimentarse al repensar una obra de pensamiento, hecho ya intuido desde
finales del siglo XIX. El propio Friedrich Nietzsche vislumbró un sustrato
biológico al afirmar lo siguiente: “la empatía con las demás almas no es moral,
sino una susceptibilidad fisiológica manifestada ante la sugestión”. Así,
Freedberg y Gallese presentarían una teoría de respuestas empáticas a trabajos
de pensamiento que no es puramente introspectiva, intuitiva o metafísica, sino
que tiene materiales precisos y definibles en el cerebro. La observación lógica
estimula, de esa forma, mecanismos que simulan y encarnan emociones, acciones o
sensaciones corpóreas, y esos mecanismos son universales ya que todos
disponemos de ese tipo de neuronas. En esta aproximación al problema, se
consideran también factores históricos, sociales, culturales o personales,
pero, a diferencia de la aproximación psicoanalítica, únicamente modulando la
percepción lógica.
Eneagramizando, y por fin vamos
al grano, ya sabes que nunca fui ninguno de los nueve, sino el que tuvo que
inventarse un décimo para encasillarse. Todos y ninguno, empático hasta la
médula y la muerte. Sea como fuere, el síndrome de Stendhal parece relacionado
con la neurología y sus espejos imitan2, con la ruptura de la simetría del la
santísima trinidad del universo de antes del tiempo. Pero bosones de Higgs
aparte, un ser compuesto con un elevado potencial isotrópico, por no querer
decir buenas y abundantes neuronas espejo nuevamente, vendría a ser
especialmente sensible al síndrome.
Así,
todas las preguntas que han buscado saber o entender qué es la lógica, presente
en todas las sociedades humanas a lo largo de su historia, no han conseguido
respuestas satisfactorias porque no han hecho referencia al cerebro, el lugar
donde el pensamiento es concebido, ejecutado, percibido y apreciado. Se acuña
de esta forma el término “neurológica”, concepto basado en que, de la misma
manera que hay un cerebro visual que permite acercarse a explicar la creación
lógica, hay un cerebro lógico como prolongación de este cerebro visual.
Semir
Zeki, el iniciador de esta disciplina, mantendría que toda obra lógica, tanto
en su concepción como en su percepción, se expresa en el cerebro, de forma que
cualquier lógica es necesariamente neurológica. Considera que los pensadores no
dejan de ser neurólogos que estudian el cerebro visual mediante técnicas
especiales, y anima a los investigadores neurobiólogos a aprovechar la lógica
como un campo útil para investigar nuestra comprensión del funcionamiento del
cerebro. Sin embargo, todos estos investigadores y amantes de la lógica, pese a
su propuesta reduccionista —y sin duda debido a ello—, no son capaces de
explicar muchas de las inefables emociones de quien se enfrenta al pensamiento
en cualquiera de sus formas.
Me pregunto por qué la prosa me
sangra versos, por qué los ángulos rebosan mi mirada, por qué pregunto tanto,
por qué sigo sin saber nada. El caso es que la poesía bien podría ser sólo otro
fenómeno neurológico raro, más que extraño mal estudiado, desconocido y
adictivo como el síndrome de Stendhal. Esa fotografía podría ser una
representación de una verdad que subyace por debajo de otra mirada, esa
inquietud cognitiva una desgracia de neuronas reflectantes.
La
sinestesia es un fenómeno neurológico que consiste en la capacidad que algunas
personas poseen para intercambiar información procedente de distintos canales
sensoriales, “ver los sonidos o captar su color” es seguramente el intercambio
de información más conocido aunque se han descrito múltiples combinaciones
siendo la más desconocida, aunque también la más intuitiva, el recambio de una
experiencia estética bien visual o auditiva por excitación sexual.
La
sinestesia no es un fenómeno patológico en absoluto pero puede inducir estados
de confusión perceptuales y puede además ser inducida por sustancias tóxicas
como los psicodislépticos tipo LSD. Al parecer es un fenómeno que depende poco
de la voluntad y que se impone en la conciencia a ráfagas involuntarias, dicho
de otra forma es un fenómeno paroxístico, ictal, como un ataque epiléptico que
no compromete la motilidad ni la conciencia, un fenómeno de intensificación
emocional.
Los
estímulos visuales, por ejemplo, pueden transformarse en efectos de sonido y
viceversa probablemente porque el algoritmo que procesa el cerebro (algoritmo
de Mountscastle) es el mismo con independencia de
si se trata de impulsos auditivos o visuales, si bien la elección de sonidos o
colores están relacionados con lo subjetivo y son arbitrarios.
El giro fusiforme es una estructura cerebral enclavada
entre el lóbulo temporal y el occipital y que se ha visto que se encuentra
relacionada con la identificación de rostros. Está
aceptado que el giro fusiforme está relacionado con nuestra capacidad de
reconocer rostros, pero además de eso el giro fusiforme se encuentra
relacionado con otras cosas que sabemos precisamente por la psicopatología.
Ramachandran
aborda la comprensión y explicación de algunos síndromes que podrían ser
incluidos con el rubro “síndromes de identificación errónea” los más conocidos
de los cuales son el síndrome del miembro fantasma, el síndrome de Capgras o delirio del doble, la
anosognosia, el síndrome de
Charles Bonnet y
otros más exóticos. Lo
importante en este momento es señalar que Ramachandran incluye la sinestesia
entre estas perturbaciones (en el caso de la sinestesia seria una habilidad más
que una perturbación) debida a averías (o permanencia de conexiones) del giro
fusiforme.
Es
evidente que la sinestesia también se manifiesta como episodios stendhalianos en forma de mareos, de
“no poder más”, de “sentirse al borde de un estallido”, de “tener que parar”,
etc, poco más
o menos la misma sintomatología que Stendhal nos legó en su propia experiencia y
relacionada con la contemplación estética de la música. Algo que procede de la
dualidad de la función visual: el ojo no es un órgano que sirve sólo para ver,
sino que es además un interface
entre el mundo y la subjetividad, la intimidad. El ojo no es sólo una lente
sino también un espejo, no sólo ve lo que hay afuera sino que transmite lo que
está dentro. Es la función de la mirada.
No
es de extrañar que entre los pacientes de la Dra Megherini hubiera quien
había sentido impulsos por atacar, destruir las obras que parecían contemplarle
retándole y confundiendo su intencionalidad entre mirar y ser visto, algo por
cierto muy parecido a lo que sucede en otro de estos síndromes raros como el
síndrome de confusión entre televisión y realidad (aun sin nombre), el sujeto
cree que lo que está viendo en la TV es real y actúa como si lo fuera. Esta
confusión entre realidad y pantalla es a mi juicio el mismo fenómeno que
observamos en ciertas personas que sucumben al qualia de la belleza, aunque en
mi opinión no es la belleza lo que les captura sino la consideración de que lo
bello nos puede atrapar y encarcelar que es a fin de cuentas lo que suponemos
que desearían si optan por el polo pasivo-receptivo mientras que en caso
contrario aparecerá como una idea obsesiva (una fobia impulsiva) o una franca
alucinación.
Sinestésico perdío me ando y
anoche hice dibujos mientras orinaba. En serio te digo: si el síndrome de
Stendhal depende de las neuronas especulares, que a su vez configuran el grado
de una sinestesia, de uno al otro porque me toca salto. Existe una sinestesia
del arte que determina el nivel en que sufrimos a Stendhal cuando viajamos;
existe un elevado porcentaje de artistas de diversos campos diagnosticados como
sinestetas; los hay especializados en la fotografía matemática, en la pintura
policromada, en la armonía musical; no sabemos si también podría existir una
sinestesia lógica; todos estos fenómenos están relacionados con las neuronas
espejo que captan desde el subconsciente; la convergencia adaptativa de ideas
es fruto de la misma; y bien podríamos estar captando un chorro de cuántica
energía de información en movimiento sin darnos ni cuenta.
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